..... Sempronio, en soledad, y sabiéndose perdedor mayoritario ante la desgraciada situación, permanecio durante un largo tiempo en la sala, inmóvil. Desbastado su animo, el carácter afiebrado y su pensamiento inundado de fatalidades y confusiones, avivado por la continua y prolongada ingesta de vino.
Veía como había pasado por delante de sus ojos la oportunidad de trascender mucho mas lejos de la puerta de su hacienda y de la región de Campania, pero su carácter traicionero y la rustica vida rural no le dieron la templanza y la astucia para ceder ante algunas cuestiones, como para obtener así algún beneficio personal... De un momento para otro, la vista comenzo a nublarsele, y como si fuera poseído por un relámpago y con algo de aparente lucidez, se reincorporo con dificultad y llamo con su voz de toro imperativamente a los esclavos a acudir a la sala. Livia y Tirilio, adormilados por el cansancio en que se encontraban y sorprendidos y temerosos ante la orden se retrazan unos instantes, pero no tardan en llegar... Allí sempronio, ya de pie y aun tambaleante, les ordena quitarse la ropa, los dos lo observan atónitos, pero ante un brusco ademan su amo intenta arancarselas, llegando a romper sobre el torso la túnica de Tirilio... Afligidos, comienzan a desnudarse de prisa para no contrariarlo mas de lo que estaba, y se recuestan boca abajo, semi arrodillados sobre 2 cojines como su dueño les ordena... Sempronio, ya provisto del látigo, tal vez buscando atenuar de esta manera su furia y desdicha, comienza a mascullar palabras, subiendo progresivamente su tono de voz, y entre cada una de ellas, iban certeros cada uno de los azotes, que finalizaban con un chasquido semejante a un disparo de pistola...
Cleereta, quien hacia varias horas se encontraba en la recámara, alertada por la sonoridad del látigo, acude a la sala y una vez presente allí, observando un pequeño instante la escena, se acerco sigilosamente a su esposo logrando arrebatarle el fuete , poniéndole así fin al suplicio, ordenadole a los esclavos que se retiren y acto seguido guiando a su esposo, no sin dificultad, hacia la habitación conyugal.
Allí adentro Sempronio, con la escasa movilidad que poseía, busca el cuerpo de Cleereta, que se resiste levemente pero ante un pequeño forcejeo este logra colocar su cuerpo encima, el enorme peso del romano contaba demasiado, y debió soportar el desagradable acto amatorio, que ante ligeros y brutos empellones, le practicara su esposo.
Saciada su sed carnal, cayó rendido, poniéndole fin a un día donde las emociones y los excesos le jugaron una mala pasada, y se sumió así en un profundo sueño. Cleereta, con los ojos inmobiles, quedo observando fijamente el techo, como buscando allí una respuesta a algo, esperando resignada la llegada próxima de la mañana, embriagada por un confuso sentimiento de rechazo y amor hacia su esposo, a quien por momentos, sus ojos lo veían como a un extraño.....
* (Continuara.....).
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Mi padre tenía razón. Siempre me decía: Lucrecia, no le des confianza a tus esclavos, luego terminan metiéndose en tu cama. Sólo el látigo conocen... sino fíjate en Tirilio !
ResponderEliminarUn beso borgiano
Lucrecia, disculpa la demora en publicar el comentario, algunas complicaciones.
ResponderEliminarGracias por comentar.
y en efecto, algo de eso hay!
Saludos