domingo, 28 de noviembre de 2010

Tirilio el esclavo. Cap. 6.

.....Roma: Ruidosa, bucólica, afiebrada por esas horas, era testigo de la llegada de Sempronio, quien respiraba la particular conjunción de aromas, tan característica en la ciudad, algo olvidados por el, ausente en su memoria la observaba en detalles, como reconociendola. Los puestos del mercado atestados, los ciudadanos, transportados cómodamente en sus literas, las damas , los esclavos y los grandes monumentos, todo allí, cargaba sus pensamientos de impresiones y sensaciones... Llego cansado y hambriento, deseoso de ir al encuentro de su hermano Tito, magistrado, influyente, mas refinado en sus modales y poseedor de mayor cultura que el, quien se reconocía como un campesino, adinerado, pero campesino al fin. Allí, podría descansar y olvidar en las opciones de la gran ciudad, la rutina, y la carencia de festividades, tan poco comunes en su vasto latifundio de la región de Campania..... Una vez llegado a la casa, suntuosa, palaciega, donde seria huésped, su hermano lo esperaba preparado un banquete para homenajearlo por la noche, Sempronio solo deseaba tomar un largo baño, poner la mente en blanco y luego si entregarse a los placeres de la comida, beber en abundancia para luego entregarse a los mas bajos deseos carnales, para satisfacer sus recónditos deseos de lujuria, allí, o en algún lupanar de la ciudad, y luego, muy tarde, desfallecer en su recámara hasta bien entrada la mañana... A su despertar, acordaron los motivos de su viaje con su hermano, quien intentaría mediante sus influencias, conectar a Sempronio con otros ciudadanos, para negociar a futuro con la excelente mercadería de su manufactura en la finca, que el mismo producía, y de la cual obviamente era propietario. Apenas unas horas entrada la tarde, la ciudad parecía a un hormiguero humano, el gran gentío, junto con los carros, atestaban las calles, circulando en la misma dirección y se dirigían hacia un mismo punto exacto. Se erigía allí, colosal, temerario el gran coliseo, albergue por varios días festivos de espectáculos viscerales, dantescos, sangrientos e innegablemente sorprendentes y perversos, que tanto disfrutaba y extasiaba al numeroso pueblo Romano.Sempronio ya ubicado en la gran gradería, previo al inicio de los juegos, se mostraba embriagado y frenético en sus movimientos, colérico: El futuro choque de espadas, la lucha solemne y acompasada de los que iban a morir en franco combate, el chasquido de un látigo, y el infernal rugido de las fieras le hacían evullir la sangre. Se reconocía pleno,exultante, sabiéndose un Romano de sangre, de ley. Era obsceno, grotesco, rustico, impiadoso, pero era un ciudadano, y ese era el mejor de los honores que podía lucir y ostentar. Los ánimos alborotados y el frenesí, incontrolable que vivía, lo alejaban por el momento de su joven y hermosa esposa Cleereta, quien había quedado allí, entre sus vides, olivares, los trigales, los esclavos, los cerdos, y su cuantiosa fortuna. a un par de horas de carro desde Roma, en las verdeadas pasturas de Campania...

sábado, 23 de octubre de 2010

Una mirada, con el fuete en la mano

He leído hace no mucho un fragmento, del cual no recuerdo lamentablemente autoría, pero si he tomado un párrafo del mismo, donde se da una visión comprensiva y en cierto punto a favor de la esclavitud, entendida en el contexto histórico...

Decía, por ejemplo, que en la antiguedad la esclavitud había permitido el esplendor de las mas gloriosas civilizaciones antiguas. Para que surja y florezca una gran civilizacion, es preciso que los pocos mejores estan libres de los cuidados y los trabajos materiales, libres para pensar solo en las cosas del espíritu. El mundo antiguo no hubiera podido desarrollarse de la manera en que lo hizo,
Platón
no hubiera podido alzarse a los pensamientos mas elevados y mas bellos si los esclavos no hubiesen sudado antes para proveer de pan de trigo y de vino de uva su convite...Controversial.

lunes, 26 de julio de 2010

Tirilio el esclavo. Cap 5.

... Curiosamente, apenas unas horas iniciado el nuevo dia Sempronio abrio sus ojos, el escarnio de la noche hacia presagiar que pasaria unas cuantas horas sumido en un profundo sueño, pero repentinamente habia despertado. Su semblante lucia demacrado, como si hubiera envejecido en ese puñado de horas una gran cantidad de años, y sus ojos, diminutos, se perdian inmoviles y sin brillo en su ancho y afiebrado rostro...
Decidio levantarse, tomar un baño y luego emprender una recorrida por el campo, el contacto con el exterior y la visita a los cultivos oxigenarian su pensamiento y talvez podria ordenar asi sus ideas. Cleereta, por su parte, descansaba en el interior de la casa, sin mayores preocupaciones en que trascurran las horas del dia, presa de la rusticidad de la vida rural y deseosa del advenimiento de alguna emocion o acontecimiento, que barra la letania rutinaria con que la sometia el duro clima invernal... Tirilio y Livia, la joven esclava, llevaban la peor parte alli, descansaban dormitando en sus camastros, doloridos por la brutal paliza recibida. Era sabido que un violento tenia en los azotes su manifestacion mas comun, y Sempronio no habia sido la exsepcion a la regla.....
En el transcurso del paseo, ya oxigenado por el fresco y reparador aire matinal, y casi sin llevar el apunte a Diomedes, que en su caracter de administrador de la finca lo acompañaba, escoltandolo y poniendolo al corriente de cuanto hecho concerniente a la finca se le ocurriera enumerar, Sempronio decide conveniente emprender un viaje a Roma a la brevedad. Alli, en la gran urbe, podria sepultar en el olvido su mal humor y desdicha, y seria posible cambiar el animo. La visita a su hermano, asistir al Coliseo a los juegos o frecuentar algun lupanar, alegrarian su espiritu y podrian ser el preambulo a el cambio de su suerte. La venta de su produccion, seguia siendo su desvelo, Roma era la ciudad de las oportunidades para algunos, y el no queria estar relegado a ellas... Ademas, para su regreso, el frio invierno cederia, y los campos recobrarian sus colores unicos con la llegada de la calida primavera...

jueves, 22 de julio de 2010

Tirilio el esclavo. Cap 4.

..... Sempronio, en soledad, y sabiéndose perdedor mayoritario ante la desgraciada situación, permanecio durante un largo tiempo en la sala, inmóvil. Desbastado su animo, el carácter afiebrado y su pensamiento inundado de fatalidades y confusiones, avivado por la continua y prolongada ingesta de vino.
Veía como había pasado por delante de sus ojos la oportunidad de trascender mucho mas lejos de la puerta de su hacienda y de la región de Campania, pero su carácter traicionero y la rustica vida rural no le dieron la templanza y la astucia para ceder ante algunas cuestiones, como para obtener así algún beneficio personal... De un momento para otro, la vista comenzo a nublarsele, y como si fuera poseído por un relámpago y con algo de aparente lucidez, se reincorporo con dificultad y llamo con su voz de toro imperativamente a los esclavos a acudir a la sala. Livia y Tirilio, adormilados por el cansancio en que se encontraban y sorprendidos y temerosos ante la orden se retrazan unos instantes, pero no tardan en llegar... Allí sempronio, ya de pie y aun tambaleante, les ordena quitarse la ropa, los dos lo observan atónitos, pero ante un brusco ademan su amo intenta arancarselas, llegando a romper sobre el torso la túnica de Tirilio... Afligidos, comienzan a desnudarse de prisa para no contrariarlo mas de lo que estaba, y se recuestan boca abajo, semi arrodillados sobre 2 cojines como su dueño les ordena... Sempronio, ya provisto del látigo, tal vez buscando atenuar de esta manera su furia y desdicha, comienza a mascullar palabras, subiendo progresivamente su tono de voz, y entre cada una de ellas, iban certeros cada uno de los azotes, que finalizaban con un chasquido semejante a un disparo de pistola...
Cleereta, quien hacia varias horas se encontraba en la recámara, alertada por la sonoridad del látigo, acude a la sala y una vez presente allí, observando un pequeño instante la escena, se acerco sigilosamente a su esposo logrando arrebatarle el fuete , poniéndole así fin al suplicio, ordenadole a los esclavos que se retiren y acto seguido guiando a su esposo, no sin dificultad, hacia la habitación conyugal.
Allí adentro Sempronio, con la escasa movilidad que poseía, busca el cuerpo de Cleereta, que se resiste levemente pero ante un pequeño forcejeo este logra colocar su cuerpo encima, el enorme peso del romano contaba demasiado, y debió soportar el desagradable acto amatorio, que ante ligeros y brutos empellones, le practicara su esposo.
Saciada su sed carnal, cayó rendido, poniéndole fin a un día donde las emociones y los excesos le jugaron una mala pasada, y se sumió así en un profundo sueño. Cleereta, con los ojos inmobiles, quedo observando fijamente el techo, como buscando allí una respuesta a algo, esperando resignada la llegada próxima de la mañana, embriagada por un confuso sentimiento de rechazo y amor hacia su esposo, a quien por momentos, sus ojos lo veían como a un extraño.....


* (Continuara.....).

miércoles, 21 de julio de 2010

Tirilio el esclavo. Cap 3

..... La noche se presento fría y brumosa, ambos hombres estaban cansados y deseaban reponer fuerzas con los alimentos, de por si cuantiosos, y tonificar el cuerpo saboreando el delicioso vino, ideal por el regocijo del espíritu, la reposicion del animo y el alivio de las tensiones. Cleereta, desde temprano habia supervisado los preparativos previos, ordenando los platos a servir para el agasajo del magistrado, la decoración de la sala y dispocicion del triclinio y siguiendo de cerca la labor de los esclavos de la casa, Tirilio y Livia, aleccionándolos con instrucciones precisas de como debian servirles además...

Lucia radiante, llevando su rubio cabello recojido en su nuca, ataviada con una fina túnica, sin cinturón, como se acostumbraba para la ocasión, donde debía reinar la comodidad y la soltura de cuerpo, que igualmente insinuaba su bella figura por debajo de la misma, donde sus pechos, turgentes y de gran volumen se destacaban claramente . La luz ,tenue y penetrante, proyectada por tres lamparas de aceite estrategicamente colocadas en derredor del triclinio, acentuaban mas aun sus formas y su blanca inmaculada piel. Se ubicaron silenciosos, Sempronio y Cleereta, anfitriones, junto al noble magistrado, componiendo el numero ideal y deseado de comensales, un numero par, hubiera sido sinónimo de malos augurios y desgracia, tan temida y rechazada en la supersticiosas creencias de los ciudadanos Romanos...
Los esclavos servían con atención y esmero los entremeses, Ostras, almejas, aceitunas varias y distinto tipos de dátiles, para luego dar paso a los asados, compuesto de carnes y un rebozante lechón relleno con ciruelas y morcillas, Comían sin prisa y constantemente, la noche avanzaba y entre bocados Sempronio departía con la visita, ante la mirada atenta de Cleereta. La charla, cordial y en un tono ameno se centraba en los intereses personales , uno en acceder rápidamente a los secretos y el provecho de los cultivos buscando el asesoramiento que le sea útil para incursiónar en el a priori redituable negocio, y el otro, atento y expectante a la ventajosa posición a la que podría acceder mediante su cooperación: Abrirse a una posición por demás de ventajosa en Roma, donde podría vender con los mejores beneficios y facilidades sus productos, y el sinfín de relaciones provechosas que le traería lograr un nombre allí, como relacionarse con la difícil y cerrada aristocracia romana, donde a pesar de su condición publica y notoria de terrateniente, esta jamas le había franqueado las puertas de acceso a la misma... Al llegar los postres y con ellos los vinos, un pequeño incidente con Tirilio, el esclavo, inundo de tensión el ambiente. Este, en una desafortunada y torpe maniobra derrama algo de vino fuera de la copa de Cleereta, hecho que lo enfureció en demasía a Sempronio, pero la rápida limpieza del derrame y el tenor de la visita hicieron que este frenara su impulso y se mantenga recostado en su lugar. Sin embargo, esta situación fue el preámbulo de lo que acontecería mas tarde, porque mientras el vino afrutado se alternaba con el vino caliente melado, ambos de la mejor cosecha y de reputación sobrada en Campania y en todo el imperio, era bebido en demasía y sin darle tregua al llenado de las copas, la conversación a su vez iba perdiendo progresivamente toda sintonía, los intereses individuales comenzaron a prevalecer sobre los mutuos y las posiciones de cada uno se hicieron cada vez mas firmes y férreas, argumentando cada vez mas elevado en el tenor de voz. En un determinado momento un violento exabrupto de palabras entre ambos puso fin a todo entendimiento posible, la reunión había llegado a su fin terminando abruptamente, y el magistrado opto por retirarse, a pesar de lo entrada que estaba la noche, decidiendo conveniente no pernoctar allí, quedando la negociación definitivamente trunca.....


sábado, 10 de abril de 2010

Tirilio el esclavo. Cap.2

..... Con el alba, la casa comenzo a tener los primeros movimientos del día, recién comenzado. Tirilio amanecio turbado, con pocas fuerzas, pero sabia que era menester estar predispuesto y listo para afrontar la larga jornada que tenia por delante. Casi al instante fue llamado por Sempronio, su amo, quien lo requería de inmediato para que lo asista en los menesteres del aseo personal y vestimenta con premura, ya que en breve llegaría a la finca un magistrado Romano, un viejo conocido suyo que estaba interesado en informarse sobre el cultivo de las vides y la elaboración del vino, de sobrada calidad en estas tierras... Al llegar el magistrado allí, luego de una rápida bienvenida se dirigen hacia un recorrido hacia las tierras, escoltados por el administrador, Diomedes, quien residía a poca distancia de la casa principal, en una construcción mucho mas sencilla en sus formas y comodidades, solo dotada de una sala,una cocina, el cuarto y la letrina. El esclavo que poseía Diomedes, apenas un joven, algo disminuido sus aptitudes físicas y de pobre intelecto, se encargaba de su mantenimiento.
La ad
ministradora, esposa de Diomedes, lo acompañaba allí. Ambos se encargaban de velar por el funcionamiento de la finca, administrar los bienes de labranza y producción y principalmente controlar la labranza que los esclavos realizaban allí, los hombres en el campo y las mujeres en tareas domesticas. Era una mujer robusta de mediana edad, no muy alta, llamada Xenobia, su genio era muy malo tanto como su carácter, contaba en su rostro en forma permanente una expresión adusta muy marcada. Aunque en un pasado había sido esclava, su actual condición de liberta y su posición de mujer del administrador le otorgaban ciertos aires de superioridad y autoridad frente a las esclavas, que le temían, ya que esta no perdía ocasión de crisparse por cualquier motivo, sea una nimiedad o fuere real y valedero, para justificar el placer que le brindaba esgrimir su látigo, siempre a mano y consigo, para castigar con un buen numero de azotes la falta en cuestión.... Por otra parte, en el interior de la casa principal, Cleereta descansaba placidamente recostada sobre un triclinio, escrutando en forma detenida con su mirada, la labor que realizaba Tirilio, que con ahinco le sacaba brillo a las copas de plata y a la vajilla, mientras Livia, la joven esclava se encargaba del aseo del piso, los cortinados y los muebles para que este todo reluciente, como le habían ordenado sus amos, para brindarle por la noche un banquete en honor al magistrado que honraba con su visita la finca....

lunes, 15 de marzo de 2010

Tirilio el esclavo. Cap: 1

... Al transpasar el pórtico de acceso a la finca el carro se adentro en un sendero de frondosa arboleda dispuesta a ambos margenes del mismo, que conducía a la casa principal. Esta era una construcción ya centenaria que había erigido el padre de Sempronio, quien lego en su testamento a este ultimo para que en su carácter de dueño de la finca administrara este extenso latifundio e hiciera de ella su morada y también el fruto de su riqueza...

La casa era una edificacion simple, de sobria y escasa ornamentación, siguiendo la linea que se acostumbraba para las viviendas de los establecimientos agrícolas, pero contando también con la amplitud y comodidades que los ciudadanos Romanos, ricos, nobles e influyentes acostumbraban a tener en sus villas de campo y residencias de fin de semana. Por detrás de la casa estaban la casa del Administrador, quien residía allí con su esposa que cumplía similares funciones a las de su marido, hacia la izquierda, sorteando un grupo de arboles, se encuentra la ergastula, lugar donde eran encadenados por la noche los esclavos de campo, a un par de metros de allí el granero principal, donde se guardaban ánforas, cestas, todo tipo de utensilios y elementos para el labrado de la tierra, además del acopio de granos, ya que allí mismo es enclavaba el molino principal de la finca.. la propiedad contaba además con uno de menor tamaño en el exterior del granero, para alivianar el tiempo y el trabajo...

Era utilizado y de gran ayuda en época de levantar la cosecha de trigo,para facilitar la ardua tarea posibilitando acotar tiempos para que las harinas puedan llegar mas rapido a la venta... La mayoría de las veces era tirado por un asno, y en otras era encadenado allí algún esclavo caído en desgracia que debía soportar el suplicio de girar la enorme muela de piedra que trituraba el grano. Lo mas alejado de la casa principal eran los corrales, donde por un lado se amontonaban los cerdos, y por otro los bueyes y algunos animales de pastoreo.....

Los trigales en la llanura, los durazneros, los olivares y las vides en la montaña, completaban el vasto dominio de la finca....

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Al finalizar el recorrido del camino y llegar a la casa el carro detiene la marcha y allí son recibidos por Diomedes, el administrador, quien ordena a dos esclavos que descarguen las provisiones mientras el toma a los dos esclavos nuevos para conducirlos a la ergastula, una vez que son encadenados, Diomedes intente hacer lo mismo con Tirilio que aguardaba aun atado por sus manos al carro, pero es detenido con un claro y enérgico ademán de Cleereta quien extendiendo la mano hacia adelante en una clara señal de autoridad frena el impulso, mientras Sempronio pone al corriente a su villicus sobre las intenciones que guardan para el joven esclavo, quien fue comprado y traído para servir en forma domestica a sus nuevos amos. Un gesto notable de alivio ilumina el rostro de Tirilio, barriendo todo gesto de cansancio por la gran travesía e imaginando un porvenir, si así podría llamarlo, mucho mas leve y mejor al que le podría haberle tocado en suerte en la dura y hostil tarea de las faenas agrícolas. Sin embargo, esta sensacion de felicidad repentina, no empaña su estado de congoja y preocupación, por estar sujeto a los designios y ordenes de sus nuevos y desconocidos amos... Una vez en el interior, comienza a sentir la autoridad de sus amos quienes sin preámbulos y en un tono autoritario le dicen que lo han comprado para que los sirva y que debe obedecer en todo momento a sus ordenes en forma presurosa y eficiente, ya sea desde servir a sus señores, atender la mesa, ayudar a colocarse la toga a su amo, o acceder al pedido u orden de un ciudadano visitante a la casa, y también en caso que sus amos lo deseen, introducirse en el lecho conyugal. Tirilio sabe que su suerte esta hechada, y que cuanto menos se equivoque en sus acciones posiblemente menos azotes recibirá y mas integra conservara su espalda. La vista de un látigo, colocado como al descuido y prolijamente enrollado sobre un triclinio de la sala, da un marco valedero y real a de por si mas que entendibles miedos y preocupaciones sobre lo que ocurrirá de aquí en mas con su existencia allí... De forma repentina, Cleereta pronuncia en un tono de voz elevado el nombre de una mujer, al instante sale de la cocina una joven, en cuya expresión facial se evidencian claramente gestos de angustia e intimidacion, y quien marcha en forma presurosa para acudir inmediatamente a la orden de su ama. Esta le ordena que le prepare el baño y ropas limpias en la recamara, y le inquiere además sobre pormenores relacionados a tareas del hogar. Tirilio, por su parte, debe servir con una pesada ánfora el vino en la copa de Sempronio, quien descansa con expresión agobiada y taciturna sentado en la sala, buscando reponerse con el vino, del mal humor que le provoca sentirse hambriento y cansado por lo fatigoso del viaje de regreso de Roma...
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martes, 19 de enero de 2010

Tirilio, el esclavo...

Inicialmente eran cientos, de las mas diversas procedencias y edades, las pregrinaciones por las distintas ciudades, mercados y puestos de campaña como Piamonté, Piacenza y las costas de Cabiria hicieron que el lote disminuyera en su numero, quedando reducido a unos veinte... Ellos eran los que llegarían al mercado de Roma, donde serian puestos a la venta al mejor precio y postor. Ya desde muy temprano la muchedumbre se hacia sentir, cientos de Romanos trajinaban las callejuelas del mercado, que habría cada 9 días, seducidos por sus variadas mercaderías recorrían sus puestos en busca de productos de primera necesidad, frescos comestibles, dátiles de Oriente, aceitunas, cueros, granos, quesos, productos de orfebrería, cestas y varias cosas que llegaban a Roma atravez del Tiber. Esto, junto con la venta de esclavos era una cita inpostergable para los Romanos , la necesidad de aprovisionarse y de comerciar, junto con los productos ofrecidos le impregnaban al mercado un halo muy particular, un aroma único. LLegaban de todas las regiones y de los mas diversos y remotos destinos. Los carros, que transportaban a los Latifundia, propietarios de grandes expansiones y granjas agrícolas iban poblando la vía y el acceso al mercado, descargando sus manufacturas exedentes, aprovisionandose de otras y adquiriendo esclavos para el trabajo de su tierra...

Roma aumentaba su territorio en Italia y era como un gran huerto, su clima templado y la fertilidad de su suelo propiciaban la explotación agrícola de sus tierras, donde el gran propietario obtenía con el vino, el aceite o los pastos sus mayores beneficios en el mercado, pudiendo comercializar con otros productos, teniendo en cuenta costos de transporte...
Allí, sobre un extremo del mercado se erigía el atrio, un rustico entablonado de madera suspendido donde se exibian los esclavos puestos a la venta. De acuerdo a la ascendencia y lote cada mercader aguardaba su turno para hacer su venta. Alamhed, un vil mercader Egipcio, con harta experiencia en el rubro subía a exibir su mercancía, una veintena, donde hombres, algunas mujeres y algún niño, hastiados del vilipendio, el cansancio que les había producido los días de marcha para llegar allí, se movían presurosos obedeciendo al mercader que mediante su látigo, empujones , gritos y jalando con excesiva brusquedad la soga que mantenía unida a la mercancía humana buscaba ubicarlos de la mejor manera para su muestreo, de acuerdo a su valor y aptitud... Esta venta, era seguida atentamente por casi un centenar de hombres y mujeres Romanos que buscaban suplir la necesidad de mano de obra esclava que atendieran a sus necesidades particulares. Así, el lote fue vendido casi en su totalidad, debido a que era bueno, tanto aptos para quehaceres domésticos como para faenas rurales, según se los requiera..... Allí exibido, permanecía sin nuevo destino Tirilio, un joven de unos veintitantos años, quien había sido capturado por el mercader varias temporadas atrás, en inmediaciones de un puesto de campaña, y desde allí jamas pudo ser vendido en alguna oportunidad, ya que los eventuales compradores lo juzgaban muy débil y delgado para labores agrícolas y poco instruido para servir a nobles y patricios Romanos. Esto provocaba posteriormente una desmedida irritación a Alamhed, ya que debió alimentar durante temporadas y no lograba sacarle un reedito económico que justifique su tenencia, entonces se transformaba en el centro de su ira, en el blanco predilecto de su incansable látigo y en el receptor de todas sus desgracias, frustraciones y calamidades. Pero esta vez el destino suyo seria otro, un matrimonio Romano que ya había adquirido dos esclavos en el remate había captado su interés en el, y al finalizar el remate en una rápida transacción y pagando unos pocos denarios por el lo hicieron su propiedad... (Muchos y encontrados fueron sus sentimientos, ya que esta alternativa lo eximía de lidiar y ser propiedad del cruel Egipcio, pero el desconocimiento de lo que vendría y lo que le depararía su nueva existencia en manos de sus flamantes amos y que ocupación le darían le nublaban su mente...) Al ser conducido al carro debió soportar los últimos hostigamientos de su antiguo dueño, quien insistía que fuera atado a la parte trasera del carro, debiendo transitar de a pie el largo trayecto que unía a Roma mediante la Vía Apia con el latifundio de sus nuevos dueños en la región de Campania. Pero estos, contradiciendo al mercader y teniendo ocupado en su totalidad el interior del carro, llevando cestas, granos, ánforas de vinos y los dos esclavos recién adquiridos allí, decidieron ubicarlo adelante, sentado entre ellos en el estrecho banco de conductor, lo que provocaba un ensimamiento y roce continuo de sus cuerpos, solo optaron como medida de seguridad, atarle las manos con una soga al hierro del carro que funciona como protección en su parte delantera, para evitar una agresión o eventual fuga....

El carro partió en su lenta marcha dejando atrás la gran urbe e internándose a medida la vía en zonas rurales, donde el sol comenzaba a ribetear el contorno del maíz refulgiendo en su halo dorado, y también se comenzaban a adivinar las siluetas de frondosas vides y olivares, cultivos por excelencia de la región, que labraban furiosamente y de sol a sol innumerables cuadrillas de desdichados esclavos....

Sempronio, era un hombre maduro, entrado en edad, bajo de altura, pero de consistencia física grande fuerte y de gran musculatura, cuyo potencial se ostentaba en sus brazos, que dejaban ver su blanca túnica, desprovista de mangas. tenia una calvicie casi total, a excepción de los contados cabellos que adornaban con su forma enrulada los laterales de su cabeza, su piel era muy colorada, al igual que su cara, y especialmente su nariz, sus ojos algo achinados, incrustados en su cara adusta. Sus modales eran hoscos, al igual que sus gestos, tal vez algo exacerbados por una mueca repetida, realizada con su boca, torciéndola hacia un extremo, como si estuviera intentando retirar un resto de comida atrapado en un molar...

Cleereta, su mujer, era varios años mas joven, era rubia y bonita dentro de su tipo rollizo, su tez extremadamente blanca, llevaba sus cabello prolijamente armado en una toca, lo que resaltaba aun mas de por si sus finas y si se quiere graciosas facciones del rostro, salpicado por un numero menor de pecas, donde sus grandes ojos, de formato redondo y muy claro color, saltaban huidizamente de un extremo al otro, como si no pudieran reposar jamas en algún lugar fijo... Sin embargo, eran sus pechos lo que realmente llamaban la atención, ya que eran de proporciones verdaderamente muy grandes... Entre ellos no había dialogo alguno, solo algunas miradas rápidas entre si, y también hacia Tirilio, el nuevo esclavo, quien siendo conocedor de su situación y ante la cercanía física inmediata de sus amos optaba por bajar la mirada hacia abajo cuando ello sucedía. El calor era sofocante, el sol ardía en los pastos y a su vez aumentaba mas y mas la temperatura corporal de Tirilio, quien deseaba de forma desesperada refrescarse con agua, su piel, expuesta a esta gran temperatura, era cubierta por una vieja túnica raída y sucia, que solo le cubría las partes intimas y algo un poco mayor a un hilo cruzaba su hombro izquierdo, dejando al descubierto mas de la mitad de su torso, esto hacia que fuera mas evidente su penosa situación servil, sumado a que la vestimenta finalizaba un dedo abajo del inicio del muslo, quedando totalmente expuestas sus largas y flacas piernas, que remataban en sus pies calzados con un par de viejos y rusticos zuecos, ya muy deteriorados. Su pelo estaba cortado casi a centímetro de su cabeza y en su rostro, dos grandes ojos verdes, como aceitunas, daban un aire de dignidad y hermosura en el muy marcado..... En un alto en el camino, al llegar a un pequeño arroyo, frena el carro para ser refrescados los bueyes y allí Tirilio recibe su reacción de agua, brindada por su ama, quien por primera vez en el viaje le dirige la palabra, y curiosamente en un tono imperativo, ordena refrescarse a el, junto a los otros esclavos. Al retomar la marcha, que se desarrollaba en forma muy lento por lo cargado del carro sumado al cansancio de la yunta de bueyes, quienes pese a su gran porte no podían desarrollar gran velocidad, y solo eran avivados por Sempronio quien conducía a la yunta valiéndose de una larga y fina vara de durazno, que le servía y hacia las veces de fuete, donde en repentinas y variadas ocasiones su azote producía un zumbido fuerte y veloz en el aire que concluía con el restallido en los cuartos trasero o los lomos de los animales...

Este sonido, lo llenaban a Tirilio de sensaciones encontradas, porque si bien esos azotes no eran dirigidos hacia el, una vez mas ponían al descubierto su indefensión y el se sabia echado a la suerte y designio que le reserven para si sus nuevos amos... Sempronio y Cleereta, ajenos a estas vacilaciones, ya mas animados por el poco trayecto que restaba para arribar a su finca, sacaban a relucir su buen humor, entonando una canción, algo graciosa, y cargada de alegorías lugareñas:

Pleno de pesado grano

y vino de Campania, poseído de olivos

y prósperos rebaños

Es allí continua primavera

y sobrevive el verano

Paren al año 2 veces las vacas

y dos también

son las cosechas del manzano.!!

Larambe dam di di di !! Laram laram di di !!!.......


Luego de unas curvas y semi curvas, allí estaba el gran latifundio, de unas 70 iugeras, donde el grano, el vino, el olivar, los cerdos y el ganado eran parte de sus riquezas...

* ( Continuara.....)

martes, 5 de enero de 2010

La Esclavitud en Roma...

A realizar un breve repaso de la situación de los esclavos en esta antigua Civilizacion podemos apuntar que los esclavos eran muy numerosos en Roma, contándose hasta 900.000 en la ciudad en el siglo 1. Hacían todos los trabajos domésticos y ejercían todos los oficios, todos los ciudadanos, aun los mas pobres, tenían esclavos, contandose ricos propietarios que poseían hasta veinte mil. Los compraban en el mercado donde los exponían sobre un estrado con un cartel que indicaba su edad, origen y cualidades.
Una vez comprados los esclavos llegaban a ser propiedad de sus dueños, que los trataban con excesiva dureza, porque el amo Romano no tenia por sus dependientes los sentimientos humanos y consideraciones del Griego. Catón recomendaba que se vendiese como hierro viejo, y sin vasilar, al viejo esclavo que ya no pudiese trabajar...
Si bien existían varias categorías de esclavos, se diferenciaron en dos grupos mayoritarios.
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* Esclavos Urbanos: Estos tenían una suerte bastante suave, sobre todo los que tenían un talento particular, como preceptores, médicos, artistas, artesanos etc. Los domésticos, que abundaban, debían realizar todas las tareas del hogar y servir en todo a sus amos.

Existían cocineros, peluqueros entre los mas diversos oficios que realizaban, inclusive había un esclavo que se dedicaba exclusivamente a vestir a su amo y ayudarlo con la colocación de la toga.
El trato que recibían no siempre era bueno, porque al ser una propiedad, estaban sujetos a los caprichos designios y planes de sus amos, dependiendo de la calaña del amo, era el trato que recibía el esclavo, pudiendo ser castigado por un buen numero de latigazos en el peor de los casos, o simplemente con una reprimenda verbal, si contaba con dicha fortuna...
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* Esclavos Rurales: Los esclavos de campo arrastraban una existencia horrible, sujetos a los mas duros trabajos, mal alimentados, vestidos con una simple túnica, calzados con zuecos y expuestos a todos los suplicios bajo la vigilancia de un intendente a villicus quien se hacia obedecer provisto de un látigo. Se le ponían grillos a los pies, soportaban azotes habitualmente y se les encerraba en una prisión o ergastula. El mas duro de los suplicios era dar vueltas a la muela de los molinos de trigo, donde se le encadenaba obligandolo a accionarla, y si eran condenados a muerte, se les crucificaba.

Estos duros y malos tratos produjeron en mas e una oportunidad revueltas entre los esclavos, se podía salir sin embargo de la esclavitud comprandose a si mismo con la ayuda del Peculio ( Pequeño salario) o inclusive por el solo capricho de su amo accedían a la libertad, aunque, claro esta, esto no sucedía frecuentemente. El liberto, no accedía a la condición de ciudadano, tampoco su descendencia, únicamente su nieto, es decir la tercer generación gozaba el derecho del hombre libre...

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