sábado, 10 de abril de 2010

Tirilio el esclavo. Cap.2

..... Con el alba, la casa comenzo a tener los primeros movimientos del día, recién comenzado. Tirilio amanecio turbado, con pocas fuerzas, pero sabia que era menester estar predispuesto y listo para afrontar la larga jornada que tenia por delante. Casi al instante fue llamado por Sempronio, su amo, quien lo requería de inmediato para que lo asista en los menesteres del aseo personal y vestimenta con premura, ya que en breve llegaría a la finca un magistrado Romano, un viejo conocido suyo que estaba interesado en informarse sobre el cultivo de las vides y la elaboración del vino, de sobrada calidad en estas tierras... Al llegar el magistrado allí, luego de una rápida bienvenida se dirigen hacia un recorrido hacia las tierras, escoltados por el administrador, Diomedes, quien residía a poca distancia de la casa principal, en una construcción mucho mas sencilla en sus formas y comodidades, solo dotada de una sala,una cocina, el cuarto y la letrina. El esclavo que poseía Diomedes, apenas un joven, algo disminuido sus aptitudes físicas y de pobre intelecto, se encargaba de su mantenimiento.
La ad
ministradora, esposa de Diomedes, lo acompañaba allí. Ambos se encargaban de velar por el funcionamiento de la finca, administrar los bienes de labranza y producción y principalmente controlar la labranza que los esclavos realizaban allí, los hombres en el campo y las mujeres en tareas domesticas. Era una mujer robusta de mediana edad, no muy alta, llamada Xenobia, su genio era muy malo tanto como su carácter, contaba en su rostro en forma permanente una expresión adusta muy marcada. Aunque en un pasado había sido esclava, su actual condición de liberta y su posición de mujer del administrador le otorgaban ciertos aires de superioridad y autoridad frente a las esclavas, que le temían, ya que esta no perdía ocasión de crisparse por cualquier motivo, sea una nimiedad o fuere real y valedero, para justificar el placer que le brindaba esgrimir su látigo, siempre a mano y consigo, para castigar con un buen numero de azotes la falta en cuestión.... Por otra parte, en el interior de la casa principal, Cleereta descansaba placidamente recostada sobre un triclinio, escrutando en forma detenida con su mirada, la labor que realizaba Tirilio, que con ahinco le sacaba brillo a las copas de plata y a la vajilla, mientras Livia, la joven esclava se encargaba del aseo del piso, los cortinados y los muebles para que este todo reluciente, como le habían ordenado sus amos, para brindarle por la noche un banquete en honor al magistrado que honraba con su visita la finca....