lunes, 15 de marzo de 2010

Tirilio el esclavo. Cap: 1

... Al transpasar el pórtico de acceso a la finca el carro se adentro en un sendero de frondosa arboleda dispuesta a ambos margenes del mismo, que conducía a la casa principal. Esta era una construcción ya centenaria que había erigido el padre de Sempronio, quien lego en su testamento a este ultimo para que en su carácter de dueño de la finca administrara este extenso latifundio e hiciera de ella su morada y también el fruto de su riqueza...

La casa era una edificacion simple, de sobria y escasa ornamentación, siguiendo la linea que se acostumbraba para las viviendas de los establecimientos agrícolas, pero contando también con la amplitud y comodidades que los ciudadanos Romanos, ricos, nobles e influyentes acostumbraban a tener en sus villas de campo y residencias de fin de semana. Por detrás de la casa estaban la casa del Administrador, quien residía allí con su esposa que cumplía similares funciones a las de su marido, hacia la izquierda, sorteando un grupo de arboles, se encuentra la ergastula, lugar donde eran encadenados por la noche los esclavos de campo, a un par de metros de allí el granero principal, donde se guardaban ánforas, cestas, todo tipo de utensilios y elementos para el labrado de la tierra, además del acopio de granos, ya que allí mismo es enclavaba el molino principal de la finca.. la propiedad contaba además con uno de menor tamaño en el exterior del granero, para alivianar el tiempo y el trabajo...

Era utilizado y de gran ayuda en época de levantar la cosecha de trigo,para facilitar la ardua tarea posibilitando acotar tiempos para que las harinas puedan llegar mas rapido a la venta... La mayoría de las veces era tirado por un asno, y en otras era encadenado allí algún esclavo caído en desgracia que debía soportar el suplicio de girar la enorme muela de piedra que trituraba el grano. Lo mas alejado de la casa principal eran los corrales, donde por un lado se amontonaban los cerdos, y por otro los bueyes y algunos animales de pastoreo.....

Los trigales en la llanura, los durazneros, los olivares y las vides en la montaña, completaban el vasto dominio de la finca....

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Al finalizar el recorrido del camino y llegar a la casa el carro detiene la marcha y allí son recibidos por Diomedes, el administrador, quien ordena a dos esclavos que descarguen las provisiones mientras el toma a los dos esclavos nuevos para conducirlos a la ergastula, una vez que son encadenados, Diomedes intente hacer lo mismo con Tirilio que aguardaba aun atado por sus manos al carro, pero es detenido con un claro y enérgico ademán de Cleereta quien extendiendo la mano hacia adelante en una clara señal de autoridad frena el impulso, mientras Sempronio pone al corriente a su villicus sobre las intenciones que guardan para el joven esclavo, quien fue comprado y traído para servir en forma domestica a sus nuevos amos. Un gesto notable de alivio ilumina el rostro de Tirilio, barriendo todo gesto de cansancio por la gran travesía e imaginando un porvenir, si así podría llamarlo, mucho mas leve y mejor al que le podría haberle tocado en suerte en la dura y hostil tarea de las faenas agrícolas. Sin embargo, esta sensacion de felicidad repentina, no empaña su estado de congoja y preocupación, por estar sujeto a los designios y ordenes de sus nuevos y desconocidos amos... Una vez en el interior, comienza a sentir la autoridad de sus amos quienes sin preámbulos y en un tono autoritario le dicen que lo han comprado para que los sirva y que debe obedecer en todo momento a sus ordenes en forma presurosa y eficiente, ya sea desde servir a sus señores, atender la mesa, ayudar a colocarse la toga a su amo, o acceder al pedido u orden de un ciudadano visitante a la casa, y también en caso que sus amos lo deseen, introducirse en el lecho conyugal. Tirilio sabe que su suerte esta hechada, y que cuanto menos se equivoque en sus acciones posiblemente menos azotes recibirá y mas integra conservara su espalda. La vista de un látigo, colocado como al descuido y prolijamente enrollado sobre un triclinio de la sala, da un marco valedero y real a de por si mas que entendibles miedos y preocupaciones sobre lo que ocurrirá de aquí en mas con su existencia allí... De forma repentina, Cleereta pronuncia en un tono de voz elevado el nombre de una mujer, al instante sale de la cocina una joven, en cuya expresión facial se evidencian claramente gestos de angustia e intimidacion, y quien marcha en forma presurosa para acudir inmediatamente a la orden de su ama. Esta le ordena que le prepare el baño y ropas limpias en la recamara, y le inquiere además sobre pormenores relacionados a tareas del hogar. Tirilio, por su parte, debe servir con una pesada ánfora el vino en la copa de Sempronio, quien descansa con expresión agobiada y taciturna sentado en la sala, buscando reponerse con el vino, del mal humor que le provoca sentirse hambriento y cansado por lo fatigoso del viaje de regreso de Roma...
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